Por qué ser músico en España NO es ser una mierda : Finis Coronat Opus.

Desconozco si alguien ha llegado hasta aquí con la serie de post sobre literatura ficción titulada «Por qué ser músico en España es ser una mierda…» Es un ejercicio muy sano, para mover conciencias propias, exponer un argumento con el que no se está de acuerdo y tratar de defenderlo. A fin de cuentas algunos, hasta han hecho de esto una profesión: se llama abogado. Comenté al inicio que se esperara hasta el final. Esta vez comenzaré con una anécdota muy gráfica.

Doña Urraca: pica pero no mata.

Estudié gran parte de la EGB en el Colegio del Barrio de la Luz. En cuarto curso teníamos de profesor a Don Francisco, que andaba siempre regla en mano cuyo nombre era Doña Urraca. A la menor ocasión, si no estabas atento o cometías la más mínima tropelía, te golpeaba (a veces en la palma, a veces en la yema de los dedos recogidos hacia arriba, según la gravedad del hecho) al son del maravilloso lema «Doña Urraca, pica pero no mata». Y así la muy jodida, se pasaba los días entre la mente calenturienta de este señor y las palmas y los dedos de los chicos más o menos rebeldes (huelga decir que yo ni la caté).

Pues eso amigos, si alguien se ha picado por lo percusivo de la Doña, tiene doble trabajo: el de arrepentirse y el de auto-redimirse. Estoy seguro de que nadie que me conozca ha pensado por un momento que yo considerara que ser músico en España es ser una mierda. Otra muy distinta es que tratando de llevar las cosas al extremo y exagerando mucho, algun@ que mira por encima del hombro a los demás, se haya sentido aludido, a la par que hiriente, cual duelo entre orgullosos caballeros sin caballo. Léase entonces «El Vizconde Demediado» de Italo Calvino.

Ser músico significa para mi gusto, una de las mayores satisfacciones personales e intelectuales a las que el ser humano pueda aspirar. No creo que haya nada más importante en este momento (dejando aparte la salud), que estar con las personas que amas y poder dedicar tiempo a aquello que te gusta; y si puedes vivir de ello de la forma que sea, con ayudas, con subvenciones, con la colaboración de familiares y amigos, hazlo. Disfrútalo. No es que sea lo que te vas a llevar, es que ser músico es una especie de enfermedad incurable (hay libros sobre ello); incluso hay estudios muy recientes que justifican que un porcentaje elevado de músicos padecemos ciertas enfermedades mentales. Nada de ello me parece trágico, ni por supuesto malo: hay que aprender a vivir con lo que uno es realmente.

Eso sí, no olvides nunca dónde está tu sitio, porque puede venir Doña Urraca y asestarte el golpe. Como dice mi querido amigo Pedro Gutierrez (buen músico y mejor persona donde las haya), es siempre necesario un ejercicio de humildad. En caso contrario nunca vendrá mal el «urracanismo» a la par que unos azotes a lo «Mariló«; ya digo, siempre ficticios y con mucha licencia literaria.

¿Quién paga la fiesta? Lo virtual frente a lo real.

Todo músico que aspire a ser profesional debería plantearse dos cuestiones: pregúntate por favor quién paga la fiesta y qué paga la fiesta. Ser músico es sentir ese cosquilleo, un extraño pálpito que conduce a veces a una especie de conversión de lo real, es entonces cuando tu vida se mueve en el entorno de lo virtual.
No hablo aquí de ilusiones, «autocreencias», utopías, ensoñaciones y otras «pajas mentales» que todos nos hacemos, me refiero a cosas concretas como saber identificar problemas y ponerles solución, trataré de explicarme mejor. Lo veo difícil.

Nunca más que ahora, la realidad va por un sitio y la música por otro. Podríamos hablar de falta de adaptabilidad a los nuevos medios, de la necesidad de aprendizaje continuo, del desarrollo de una capacidad de monetizar tu esfuerzo, de encontrar el término medio entre lo que es factible y lo que es deseable, de manifestar una causa común en lugar de trabajar de forma independiente, de agruparse en sociedades que no aglutinen mini-intereses sino la necesidad común de los músicos.

A fin de cuentas los músicos terminan/terminamos únicamente diferenciándose en quién paga la fiesta. Es muy probable que si tus apetencias pasan por vivir profesionalmente debas entender a las primeras causas, y hacer acopio de herramientas que te permitan «defenderte» en un mundo que al final es un negocio. Porque el dinero es eso, «business» y para vivir de ello debes poner todo tu esfuerzo únicamente en entender esto. Si la fiesta la pagan otros estás al albur del sol que más calienta y tendrás que hacer cosas que no querrías y que jamás hubieras pensado. Y me parece a mí que tiene más mérito hacer aquellas que no te agradan frente a las que tanto te gustan. Y eso se llama esfuerzo.

Por el contrario si la fiesta la pagas tú la cosa cambia bastante. No es que seas más libre, es que dotas a tu iniciativa de otros argumentos que a veces no son traducibles para el músico «profesional». Hay un trasfondo más allá de la propia música, que tiene que ver con una necesidad muy básica, que no se puede contener de ninguna forma aunque dejes la música mil veces, porque ella termina volviendo una y otra vez, golpeando tu cabeza en maniobras extrañas hasta el punto de que terminas enfadándote contigo mismo, pues toda tu vida puede llegar a carecer de sentido hasta que te pones delante, tocas, compones, cantas, actúas. Se llama amor.

¿Vendo todo? Haber estudiado.

Quisiera etiquetaros a todos, a los que caigo bien y los que me consideran un gilipollas, pues soy muy consciente de que puedo ser ambas cosas. Pero no quiero terminar sin deciros algo, a mi entender importante. Cuando veo a una gente que toca mucho, sólo pienso que os llaman porque sois buenos; cuando veo a algunos ya «mayorcitos» haciendo versiones, sólo creo que es muy valiente lo que estáis haciendo; cuando escucho a bandas que llevan 30 años con la misma canción, sólo puedo mostrar respeto; cuando veo a grupos de jóvenes «enfoscados» en un terreno que no me es grato, sólo pienso que están aprendiendo; cuando me mandan canciones y discos de compañeros me siento muy feliz; y a cada paso que doy sólo pienso que es una suerte estar vivo y poder seguir escuchando y componiendo música.

Haber estudiado es un chascarrillo de éxito, incluso puedo decir que en un concierto muy íntimo, al que acudieron familiares y amigos con sus hijos, me gané al público recomendando a los jóvenes que estudiaran para no verse así, rodeados de cacharros. Pero no es cierto, yo he estudiado y sin ser precisamente un «hombre del Renacimiento» os digo que cada día que pasa tengo más ganas de tocar y componer y echo de menos actuar, al menos una vez al mes, con mis amigos de The Cigar Box Blues Band. Yo vendí todo una vez, fue hace años y os puedo asegurar que no sirve para nada, este mal no tiene cura.

El éxito es común, queda simplemente mostrar mi agradecimiento a todos los músicos por estar ahí y seguir buscando fórmulas para seguir en esto. Y no quisiera despedirme sin un recuerdo a todos los que no están con nosotros, por desgracia a mi edad son muchos; no pasa un día que no estemos con vosotros de alguna forma no, más bien de muchas formas. Cada cual en su parcela. Demos gracias a Dios porque es/era lunes y empieza una semana cargada de música. La vuestra.

Finis Coronat Opus.