En los ochenta conocí a K, vamos a darle ese nombre para no proporcionar demasiadas pistas. K digería con sorna el tipo de éxito que se puede presuponer en una década que fue de todo menos prodigiosa, era un tipo que gastaba ironía y mordazidad a partes iguales. Ambos tocábamos en un grupo Punk.
Lo que usted podría esperar de alguien así, no es que te pusieran un plato de papas con Bacon y viniera de extra un «huevito» frito, la expectativa de K era lo que puede decirse, dedicación en cuerpo y alma a la excentricidad de lo eléctrico y a la fiscalidad de sentirse más libre que nadie. K era medio yonqui, presumía de amistades y todo el mundo lo quería, era una especie de Jerry Maguire.
Pero un día, lo que parecía ser todo parabienes se tornó oscuridad, se le terminó la notoriedad y sectas como larvas empujaban negra espuma camino abajo de la ingle. Su vida se encaminó entonces por veredas turbias y sin saber cómo, nadie parecía entenderle. Y los que fuimos amigos pasamos de la vanagloria al prejuicio. Nunca puedes conocer las motivaciones de alguien si no le preguntas, y eso hice yo, y por eso puedo contarlo.
Si alguien tiene en la cabeza a algún conocido, sepa que K no vive, ni dejó su vida en Málaga, emigró lejos cuando pudo hacerlo, sintiendo que la brisa del Terral nunca fue suficiente para pagar con plomo los múltiples desagravios. Antes que eso sugirió el anonimato y se sumergió en la incertidumbre, en el desapego, y un enorme desasosiego circundaba la prótesis de su corazón, ya entonces demasiado dañado para ser recuperable.
Lo que uno espera con abrazos y afecto, ahora que he sabido que no estás con nosotros, se me hace tan inútil como incierto. Y aquellos que lo vimos sin verlo venir deberíamos haberlo anunciado, y es por eso que somos responsables. Cuando la soledad inunda todo puede usted estar rodeado de gente pero el fango (ahora tan de moda) del Perro Negro, solivianta personalidades y hace a los individuos tan distintos que lo fácil es no predicar con el ejemplo, sentir que lo que otros hacen es lo malo y lo nuestro está siempre bien hecho.
Y es por eso K, por lo que no me alegro de haberte conocido, porque te echo de menos.