En la vida real hay personas que tienen que beberse dos cervezas para aguantar según qué. En las colas de nuestros supermercados Raymond Carver hubiera escrito varios libros. Una madre con dos niños le dice a la cajera que supervise que la cuenta no pase de los 100 €, su hija más pequeña hace un guiño para que pase, que llevo pocas cosas, lo rechazo cortésmente. Una vecina en taca taca va narrando que su marido murió hace cuatro años, y que quisieron cambiarlo de hospital, a lo que se negó rotundamente, al igual que ahora, que la envían a Cártama estando más cerca «el Hospital Clínico», son las 8 de la mañana y me cuenta que va a arreglarlo, que su hijo no tiene coche, y sus hijas trabajan en Fuengirola y no tienen tiempo. A la vuelta me pilla con la puerta cerrada, hablando con un cliente, pero le da lo mismo, entra y dice orgullosa que lo ha conseguido. María tiene 80 años y golpea mi coche, está aparcando, ya la conozco, a propósito de una vez tuve una pequeña discusión, desde entonces cada vez que pasa por mi local pregunta amablemente qué tal estoy, algo que no hacen otros que conozco desde hace mucho tiempo. Una señora con papada de oso pasa gritando como si no hubiera un mañana. Los drogatas de turno echan la pesquisa pertinente de la mañana, ojo avizor por lo que suceda. Un hombre vende lo invendible, humo, otro le observa vigilante. Hay cigarros de turno esperando que entren los clientes en la Papelería. Una limpiadora que no habla, martillea una y otra vez a viva voz la intrahistoria de sus quehaceres diarios mientras limpia, y pasa, como cada mañana, sin desear los buenos días. La tristeza se pasea muchas veces por la puerta de mi humilde barrio, lo noto, el indeseable sopor de los que no tienen nada que hacer, los que esperan como Paco, que les llegue el cadalso, y me acuerdo de ti hombre, que pasabas cada mañana hasta que dejaste de comer porque tu vida no tenía sentido, ahora que nadie recogerá a tu esposa sentada en silla de ruedas en la esquina del fresco, sólo ahora pienso que a pesar de todo la vida es el milagro de escribir sin pausas.
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«Ahora vengo…»
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