Mentiras placebo para la psyche

Todo cazador de búfalos termina pensando que un día estos volverán en manada, y teme soñar con ellos. Habré matado a lo largo de mi vida más de 400 búfalos y estoy seguro que en alguna parte me están esperando. Los búfalos acabarán persiguiéndome en sueños, más bien en pesadillas. Pero hasta que esto llegue seguiré cazando. Al rugir del correteo en tropel de la caterva de bisontes, se unirán múltiples pecados, imperfecciones inconfesables, y manifiestos palpables de estulticia. Un pandemónium desorganizado y cruel, pero reconfortante.

Otras narcosis apremian, como en la película Dark City, resuenan cambios y permutas de personalidad y ocupaciones, hoy eres rocker y mañana mod. Hoy te toca cantar Blues y mañana Country. Y me veré cambiando las cosas de sitio, una y otra vez entre guitarras y sintetizadores, sin pedir nada a cambio, si acaso la Furia y el Perdón de Orestes.

Entre el mito y las creencias de la comunidad me quedo con lo primero, sabiendo que no deberías tener que perdonar lo mismo una y otra vez. Hurgándome la nariz y pensando en un Pinocho Masón, creado en madera, para honor, verdad y virtud de los hombres.

Al final del día sólo quedan canciones tristes como  «LOVE WILL TEAR US APART» de Joy Division:

«Cuando la rutina muerde con fuerza,
y las ambiciones están por los suelos,
y el resentimiento está por las nubes,
pero las emociones no crecen.
Y estamos cambiando nuestros caminos,
tomando carreteras distintas.
Entonces el amor, el amor nos separará de nuevo.
El amor, el amor nos separará de nuevo.»

Mis búfalos no son más que canciones. Escribí la letra para un tema que restó como un incunable, que grabó mi amigo Fernando Lluva, y quedó como este texto, incompleto: su título El mañana es hoy. No lo olvides. Carpe diem.