Por qué ser músico en España es ser una mierda : lo que nadie se atrevió a contar. Primera parte.

Amado lector este post será largo, es imposible departir sobre la mierda de forma escueta, y cuando la defecación es pública, no hay café para todos. No va contra nadie, tal vez contra mí mismo. Y si alguien se da por aludido tiene dos problemas, es un incauto y tiene determinados intereses que defender. Antes de caer en el desaliento por el título, espera al final, pues se sabe que en este, los buenos siempre ganan.

Los puntos a tratar serán los siguientes:

  1. Los que te rodean. La falta de autocrítica.
  2. Quién es profesional y quién no.
  3. Los precios.
  4. ¿Dónde queda la cultura? ¿Cuándo la música es cultura y cuándo no?
  5. Mainstream, envejecimiento de la población, falta de interés en la música. La educación sentimental.
  6. ¿Quién paga la fiesta? Lo virtual frente a lo real
  7. ¿Vendo todo? Haber estudiado


APÉNDICE.
En el año 92 estaba en un concierto, actuando en la feria de Málaga, un «afamadísimo» productor se me acercó y me dio una tarjeta para que le llamara, la leí y la tiré al suelo, no hace falta decir que mi falta de pericia hizo no saber quién era (y no lo voy a decir ahora): el primer rasgo del músico caústico es el «gilipollismo aséptico» que en teoría dice que debes, crees ser algo cuando no eres nada más que un trabajador al albur de las circunstancias, como otro cualquiera.

Decía una de mis abuelas (que en paz descansen)… ¿qué eres músico, y te levantas a las 7?

Los músicos tenemos que tomar conciencia de lo que somos, y asumir sus consecuencias, me gusta decir, que la libertad tiene un precio, a lo que habría que añadir que no todo el mundo está dispuesto a pagarlo. Pero luego no hay que deleitarse en la continua queja, desazón. Hay tantos músicos como personas, todas diferentes, todas iguales. Habría que tratar de ser conscientes de lo que no-somos, pero esto es más difícil pues nos gusta vernos siempre reflejados, establecer relaciones comparativas, cuando lo que debería interesar realmente es mostrar con amor algo a lo que uno aspira, mirarse en el espejo y sentir la paz del alma.



Los que te rodean. La falta de autocrítica.

Lo he leído muchas veces, lo he vivido muchas veces; los músicos nos consideramos siempre merecedores de mejor suerte. Es como si la vida debiera otorgarte un estatus al margen de los demás por el mero hecho de ser músico o por tocar bien un instrumento, o tener una buena voz, por haber sacado un disco, o por haber estado tocando toda la vida. Hace poco leí algo muy divertido «se nota que son músicos por cómo van por la calle, no pasan desapercibidos» (en ese momento me acordé de Phil Collins, un tipo que no destaca precisamente por su estética pero que es un músico tremendo). ¿Qué nos hace diferentes? Tíos, la música profesional no es una pose, no es una actitud vital (no, no es un estilo de vida, no, no lo es), es y debe ser un trabajo como cualquier otro: remunerado convenientemente, reglado, una labor que pague impuestos, que mueva la economía de todos los sectores que la rodean (técnicos, ingenieros, «afinaores», luthiers, marcas, discográficas, editores, estudios de grabación, autores, cantantes, intérpretes, tiendas, vendedores de humo, apatridas, repartidores de pizzas, golfos e incluso hasta los managers…)

«Un inciso (off topic para los modernos). En una conversación privada con un músico/productor afincado en Málaga, de prestigio y calidad indudables, me confesaba amargamente su incapacidad para vivir dignamente de la música, cuando su <<producto>> era infinitamente superior a la media; sin embargo alegaba estar siempre <<tieso>> y se quejaba con tristeza hasta el punto que a día de hoy ha dejado la música. Yo, que siempre he tratado de ser sincero, aunque me he equivocado muchas veces, le dije que al final la música se reduce a una cuestión muy sencilla: o gusta o no gusta, o llega o no llega. Tan fácil y escueto como respondía la esposa de un queridísimo amigo bajista cuando le preguntaron: ¿a ti qué música te gusta? y respondió <<¿a mí?, la música-fiesta>>»

Escucha pero no tomes en cuenta a los que te rodean y sólo te llenan de halagos. El amigo fiel te dirá lo que no quieres oír, a veces hasta con acritud. El público que asiste a los conciertos, cuando está borracho, no es un gran aporte a considerar cuando aspiras a llenar tu ego con «tienes una gran banda»; si la gente «baila» no hace mejor tu música, como que te gusten los leones no te transforma en domador de leones. La mayor parte de las críticas serán interesadas, y sólo lo que proviene de certero estudio de uno mismo es un valor a considerar cuando se trata de evolucionar en cualquier ámbito. Si la gente canta cuando tocas «En el límite del bien y del mal», que sepas que es un gran hit, pero no un referente para medir tu éxito (si acaso el de otros). Todo halago es circunstancial. Toca lo que te salga de los «webs» pero no digas nunca que lo tuyo es bueno, ni mejor que lo de los demás, porque lo tuyo es lo que es y está donde tiene que estar mientras el público no diga lo contrario. Todo el que se sube a un escenario tiene derecho a exigir el mayor de los respetos. Todo el que aspira a vivir de la música tiene derecho a pagar un peaje, el del «clientelismo».


Quién es profesional y quién no.

Habría que empezar diciendo que quien decide si eres profesional o no, no es otro que el público que paga por ir a verte, ni más ni menos. Es absurdo pensar que alguien es más o menos profesional si cobra más o cobra menos, o porque sale en la tele o porque tiene muchas actuaciones; no es una cuestión ni de caché ni tampoco del tiempo que lleves tocando (puedes haber pasado toda tu vida tocando algo que no aporta nada a la música, aunque sí a tu bolsillo, y pensar por ello que eres más profesional que otro). La dignidad y la profesionalidad se adquieren con el trabajo bien hecho no por lo que cobras por llevarlo a cabo y mucho menos exclusivamente por lo bien que tocas o por el tiempo que le has dedicado.

Que te quede claro, hagas lo que haga, la música no te debe nada. Hay gente que se le llena la boca hablando de profesionalismo y no cumple ni con la sociedad, ni con sus propios compañeros; estos paletos del yoyismo carecen de los más mínimos conocimientos acerca de cómo funciona el mundo empresarial; se muestran absolutamente incapaces de salir adelante solos, como cualquier autónomo o asalariado, pero ejercen de ejemplo para toda generación que no considere lo suyo como indispensable. Pues resulta que lo vuestro es bastante prescindible e insignificante pues no aporta absolutamente nada desde ningún punto de vista: tiene más mérito cualquier trabajador que se levanta a las 6 de la mañana para ir a currar, así de simple. Lo vuestro además, tampoco es arte, si acaso el arte de ser un desalmado. Sois previsibles y vuestra mierda huele a leguas.

Cuando faltamos a la realidad… ¿Por qué no decimos la verdad? ¿Por qué no hablamos de que efectivamente no somos capaces de vivir de esto cuando simulamos que lo hacemos? ¿Por qué no hablamos de «paguitas» de «ayudas», de que las parejas curran, de que vivimos en casa de «papá» ¿a quién c**** queremos engañar? Exclusivamente a nosotros mismos.

Los precios.

La vida de un músico profesional puede ser o muy sencilla, o muy difícil; el que vale (de una forma u otra) sale adelante, y el que no, a veces malvive en la continua queja y criticando el trabajo de los demás: soy partidario de que cada cual viva con plena libertad y sea consecuente con sus propias decisiones, y ya dije lo que pienso, la libertad tiene un precio, entre otros el de no juzgar a los demás para no ser juzgado. Vamos a otro topicazo para usar un lenguaje inteligible: «vive y deja vivir» y no digas nunca a los demás lo que tienen que hacer y mucho menos lo que tienen que cobrar. Miremos este asunto desde otro ámbito ¿alguien se imagina, podría ser lo suficientemente estúpido para decirle a Bowie que su caché era demasiado alto? Respect.

En el mundo empresarial es muy común que los grandes fagociten a los pequeños, pues éstos no pueden/podemos competir con los precios. ¿Que una gran empresa cobre menos que otra más pequeña la hace menos profesional? ¿O no es acaso el producto, la calidad y el resultado final lo que importa?

La posible polémica sobre lo que debe cobrar un músico es tan estéril como la de si debe tocar o no versiones. ¿Son mejores los que tocan canciones propias? ¿Los artistas de Jazz o Blues, los músicos de Clásica, que no tocaron un tema propio en toda su vida, han sido considerados en algún momento peores que otros? ¿Es mejor músico el que compone, que el que interpreta una canción?

Para zanjar esta cuestión es importante dilucidar un asunto que es vital para el desarrollo y evolución de la música; es necesario que tanto las bandas jóvenes como aquellas que empiezan (viejunas o no) cuenten con espacios remunerados acordes con su experiencia. Debe haber locales para todos los músicos, donde no pagan lo que tú pides no vayas. Hay y debe haber público para todo y para todos. Así como bares, salas y escenarios de todo tipo. No creo en ningún caso que exista competencia desleal, ni se falte a la profesionalidad de nadie por lo escueto de su caché, paga, estipendio; es desde luego una opinión exclusivamente personal que no pretende sentar cátedra.

Me parece muy justo que también en esto exista una situación de oferta y demanda equilibrada, con independencia del propósito final que uno persiga con la música. Es imprescindible no actuar de forma gratuita donde lo hacen otros de forma profesional menguando su caché, pero no es menos importante evitar coartar la libertad de los que quiere actuar por el mero hecho de pasar un buen rato, por diversión, por amor al arte o simplemente por cubrir una necesidad vital.

Continuará….

Pd: la foto es de SEIS SIGLAS en la Primera Muestra de Música Joven Malagueña, con dos de las personas que más admiro por su capacidad, creatividad, profesionalidad, amor y entrega a la música: Miguel Paredes y José Antonio Jiménez. Que yo sepa a día de hoy su trabajo musical es meramente circunstancial, cuando tienen un enorme talento y son dos claros ejemplos representativos de todo lo bello que hay en la música.