Yo tengo mis debilidades, son muchas, tal vez demasiadas.
Tengo debilidad y un enorme respeto por la vieja guardia de los músicos que ya en los 80 atracábamos con sorna guitarras, y bajos (puntiagudos o no), tarolas y teclados prestados… tonada arriba tonada abajo y que ahora rondamos la cincuentena; gente que sabemos que el camino si se sabe bien se anda, pero que no vamos presumiendo por ahí porque los méritos se llevan en el corazón, no en una camiseta ni en una estúpida pose. Efectivamente, en este sentido, lo que se fue no hace falta, porque lo que ves no contiene todo lo que soy/somos.
Así que hablar de Motel Caimán, otra vez, es hablar de unos músicos que, aunque no somos amigos desde el punto de vista estricto, si que lo somos desde lo que importa: conjugamos un alma única porque aglutinamos el verbo de la misma pasión, la música.
Yo no encuentro grandes diferencias entre nosotros, ni tampoco entre nuestro pasado, ni nuestro presente más cercano. Tampoco la hayo entre ellos mismos, no veo incongruencia alguna en una carrera plagada de buenos temas, de Rock and Roll al más puro estilo Adolfo Flores. No hay aquí un personaje inventado, ni fingimiento, ni gesto para la galería; se trata más bien una persona singular a la par que sencilla, con sus cosas (como todos), pero idóneo tras charlar 5 minutos de palique, es imposible no quererle.
Siempre digo medio en serio/medio en broma, que estoy en mi «mejor peor momento«. Esto no significa otra cosa que andamos como siempre, en el continuo vaivén provocado por esta película de Ciencia Ficción que es la vida, cercado por un millar de proyectos, de nuevas canciones, de equipos y de guitarras que no necesitamos, rodeados de cierta fantasía que resulta absolutamente imprescindible para consumir los días sin caer en el desasosiego.
Escribí hace muchos años una canción «No hay destino que se elija«, en otro momento hablaremos de ella, pero viene a decir que caminos hay muchos, pero que el más importante es el que se desaprende andando, ya lo decía mi abuela: el que va y viene vida tiene.
No es que esté solo precisamente, pues aquí el aval es de excelente forja. Músicos por todos conocidos, de generoso y contrastado nivel; personas que el tiempo ha pulido para convertirlas en incombustibles por su maravillosa creatividad: Álvaro Cebrián, «Canhio» Reus, Manolo Olmo, Dani Cuenca, casi ná.
Yo sí que echo de menos, pero esto es demasiado personal, un giro más orientado al Rock y menos al Pop, incluso al Country, me parece a mí que con esa voz se pueden hacer muchas más cosas. Siento pedir disculpas de nuevo (parezco un Banco) pero estas sensaciones, vistas desde fuera, no tienen por qué concluir ningún posible dilema entre estilos, más bien lo medianamente importante es seguir componiendo como lo haces, rodeado de los tuyos, que en realidad son los nuestros y así lo siento.
Ahora que parece que tu vida, Adolfo, toma un nuevo giro, que sepas que te estamos mirando, pero no como el que observa, sino como el que empuja. Si te dan un punto de apoyo moverás el mundo, así que sigue así, en tu modo de viaje, sin destino. Así sea.
Pd: https://motelcaiman.bandcamp.com
MOTEL CAIMÁN, cuando los caminos son modos de viaje, no destinos
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«Ahora vengo…»
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