Querido Óscar, tu padre y un primo mío muy lejano fueron ferroviarios, y eso nos unió por un tiempo. Eso y que Ray Brown y el guitarrista Irving Ashby pensaban que yo podría funcionar en tu banda, fue antes de convertirme en un mero secundario, era un apéndice sobrante. En Septiembre de 1969 poco después de la entrada de Ed Thigpen a la batería, aún desplazábamos notas en la Selva Negra Alemana, no voy a perdonarte que me dejaras fuera de «My Favorite Instrument» (1973), pensaste entonces que un diálogo a tres voces iba a ser mucho más productivo con mi ausencia.
Nunca comprendí que usaras tantas notas, para los que amamos el Jazz de atarse en corto, con pocos acordes pero medidos es más que suficiente. Tanta discografía fue una desilusión, ahora veo claro, que por pura envidia.
Pero lo que no voy a perdonarte nunca es te olvidaras de mí cuando escribiste el «Himno a la Libertad», siendo yo apócope del entusiasmo, y famoso por el júbilo y regozijo de mis fiestas, antes que otros lo tuyo era estar desligado del ostracismo de los músicos de Jazz para mostrar la pancarta del virtuosismo. Así que lo tuyo es la amnesia.
Después de tantos años por fin me hiciste sentir un ser totalmente prescindible, y ahora que veo más de cerca el inicio o el fin de algo quisiera confesaros algo, que no puedo con Oscar Peterson y que aún sigue la herida abierta.
Cabronazo de pianista.