Música y pensamiento: elogio del riesgo

Recomiendo escuchar o descargar el excelente programa en RTVE de Mercedes Menchero. Esta entrada no es mérito del que les escribe, está basada en su extraordinaria y admirable capacidad para conjugar Música y Pensamiento.

Es una opinión desde luego, muy personal y discutible, pero soy de los que no creen que el éxito pueda medirse en «likes» ni tampoco en vídeos con gente bailando, meneando el culo a lo grande. Por momentos, ya digo para mi gusto, a ciertas edades, resultan patéticas ciertas imágenes en las que ves a la «peña» danzando, cantando como si no hubiera un mañana, canciones de otros; <<la que hemos liado>>, <<noche de gran éxito>>, y resulta que has estado tocando «Mi limón mi limonero«, la misma copla con la que te «gaseas» en los mismos sitios, a la misma hora, para la misma gente. Ya digo que soy un Romántico, ya escribí una vez que para mí el éxito es un cuaderno de poesía (casi siempre inacabado).

Recuerdo a cierto manager que señalaba que lo importante era eso, grabar a gente bailando. Yo sin embargo pensaba en un público diferente, en situaciones poco frecuentes de personas que escuchan tu música atentamente, acompañados de lo mejor que tienen, su propia alma. Ya ven, el éxito de otro tipo, más o menos «personal», conlleva cierto riesgo. Hacer lo que te da la gana, cuando te da la gana, no es fácil. Hay que pagar un peaje a veces excesivo, pero siempre, o casi siempre, merece la pena. Apropiarte además, de las almas de otros o «danzar en comunidad» desde un punto de vista más elevado, puede interpretarse como una pequeña insignificancia. Y es que frente a la inmensa minoría, pienso que hay que ser selectivo en los desencuentros, no en los encuentros, hay que saber medirse según qué, no según quién. Efectivamente, el que es diferente está condenado a estar sólo, y a que lo recojan en Taxi, en Autocaravana, o en burro, pero también se arriesga a que no vuelvan nunca para «rescatarlo».

El riesgo es aquello que puede no ser, una elección voluntaria.

κινδυνεύω significaba para los Antiguos Griegos; peligro, combate, audacia, proceso, batalla, osadía. No implica riesgo ir a llenar agua de la fuente, con la garrafa llena. No implica riesgo tener un nombre o creer tenerlo, hay que demostrarlo con hechos, no con obviedades. Aristóteles une este concepto a lo terrible, Platón a lo bello (como casi siempre una visión idealista de la realidad, tal vez precursora de lo Romántico, ayuda a una perspectiva más amable).

Caspar David Friedrich, Caminante sobre un mar de nubes. Óleo sobre lienzo, 1818

El riesgo puede y debe ser el acto más elevado de libertad. El riesgo es una forma de avanzar, requiere de una entrega constante, no por etapas. El riesgo es VIVIR, cuando nada está asegurado.

El riesgo, una música capaz por sí sola de desplazar la existencia hacia esa línea de batalla que llaman deseo

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El riesgo no es pensar en la decisión, es tomarla. Coger el toro por los cuernos y asumir una responsabilidad, la de no dejar tirado a nadie a la hora de la verdad, cueste lo que cueste. Anne Dufourmantelle (la filósofa que murió tratando de salvar a unos niños) en su «Elogio del Riesgo» escribe: «Desde el rincón más lejano de esta certeza sabemos que algún día todo lo que amamos, esperamos, realizamos, será borrado. ¿Y, si no morir en vida fuera el primero de todos los riesgos, que se refractara en la proximidad humana del nacimiento y la muerte?” No morir en vida, el primero de todos los riesgos, poética apuesta a la vida«.

No vuelva pues a escribirse, la vida es riesgo, pues es más bien al contrario, el riesgo es no vivirla. Nuestro primer acto de desobediencia tiene que ser, necesariamente, aceptar perderlo todo, o darlo todo incluso cuando las condiciones son adversas. La música, como la vida misma, es una forma de moverse en el trapecio, quedar lejos del pensamiento dominante, permanecer suspendido en el aire por un momento es una forma como otra cualquiera de perder el tiempo, la duda es una forma de rodear el territorio enemigo, la espera puede ser eterna pues al final no se trata de un argumento de valor, sino de una cuestión Estética.

“…En este momento que lo puede cambiar todo en un segundo, en su vida tanto como en la mía…» Un evento no tiene sentido si no nos transforma, porque estamos en presencia de una forma de encuentro.