En los tiempos que vivimos cuesta poco plantearse si la Libertad es o debe ser una condición de la Justicia. Hay vivos ejemplos todos los días, uno puede cuestionarse si la Justicia cumple o debe cumplir un papel público o si sirve de base para resolver los desacuerdos entre particulares.
Se suele argumentar que lo justo o lo correcto es o deberían ser las relaciones basadas en una Justicia Distributiva, como si fuera fácil definir o adivinar qué es eso. En cierta forma ser Juez y hablar de lo Justo, debe ser algo así como discutir sobre Dios, es decir, dónde el lenguaje empieza a complicarse da comienzo todo aquello que no puede ser dicho o descrito con palabras, lo inefable puede resultar aquí difuso y opaco.
Así cuando la Justicia da la razón a una parte parece que da comienzo la creencia, la consigna puede ser el sentimiento de pertenencia a un ideario, a una opinión que se convierte en redundante Doxa, cuando no es más que una experiencia. Pero la Justicia no puede ser un Silogismo en el que dos proposiciones se conjugan como premisas y hay un conclusión que se infiere por deducción. En ese sentido la Justicia no puede ser científica. Yo puedo argumentar que esta pandemia pretende volvernos locos a todos, que los cuadros de ansiedad y depresión manifiestan importantes desajustes en nuestra salud mental, que hay un enorme sentimiento de impotencia pública e individual, pero no puedo ni tan siquiera considerar que lo que para unos es justo pueda obviar que la gente muere todos los días.
Por esto pienso que la Justicia debería ser ante todo Indescriptible, algo que no sólo no pueda expresarse con palabras, sino que cuando se presente ante uno sea tan clarividente que no quepa la menor duda de su certeza. El teórico más destacado de la Justicia Distributiva, por cierto, sometida a una autoridad abstracta que se auto-atribuye el rol de líder colectivo (curioso argumento sobre el que habría mucho que reflexionar), fue el filósofo John Rawls. También yo me he visto sometido a su velo de la ignorancia tantas veces, que cualquier acuerdo social, por mínimo que sea, me ha parecido siempre que aseguraba los principios de equidad e igualdad de oportunidades. En cierta forma esa especie confianza ciega solemos tenerla en los políticos, en las vacunas, y hasta en los Jueces. Pero hoy tengo dudas, más que nada porque el problema viene siendo, que para que haya igualdad hay que ser iguales, y que la libertad se toma como una cuestión cosmética, hasta el punto de que cualquier bobalicón ilustrado es capaz de tirar de enciclopedia para hacerse fuerte con argumentos aclaratorios, y claro puede uno confundir las causas.
Lo único que tengo claro cuando la justicia da la razón a una parte, es que lo que para unos es mera comedia, para otros suele resultar trágico. Como la vida misma, a unos le tocó una guerra, a otros una hambruna, y a nosotros una pandemia. Dejen paso a los Filósofos o pongan tierra de por medio.