Alguno de mis acólitos sabe que en cierta ocasión me entrevisté con Bowie. En 1970 acababa de lanzar el álbum «The Man Who Sold The World» y fue poco después, a punto de publicar Hunky Dory (1971), junto al guitarrista Mick Ronson, cuando pude verle. El motivo del encuentro es de carácter reservado, baste aquí con señalar que Mick era conocido por sus distinguidos bendings de guitarra, y por el uso de pedales que conseguían transmitir diferentes sonidos extraños, y yo era un simple meritorio, eso sí, un tipo con mucha cara que buscaba labrarse un nombre como guitarrista de un músico ilustre.
Sobre el contenido de la misma lo mejor es investigar un poco en esta cosa que llamamos Internet, pues ha sido considerada la mejor entrevista musical de todos los tiempos. Nunca se mostró en televisión, debido fundamentalmente a que se hablaba sobre temas que resultaban escabrosos y turbios para una determinada época en la que en Reino Unido se fijó la mayoría de edad en los 18 años, en Estados Unidos se realiza el primer vuelo comercial del avión Boeing 747, y en España un joven de 10 años, a la sazón, Mariano Ventura Rodríguez, lleva a cabo el primer secuestro aéreo de nuestra historia patria.
Lo que sí voy a permitirme es deslizar pasajes que quedaron aislados por irrelevantes. Si buscas a un guitarrista para un nuevo trabajo te muestras dócil, incluso capaz de enseñar tus debilidades y defectos. Confieso que me costó digerir que lo primero que salió de su boca fue «cuando estás arriba estás rodeado de gente, cuando estás abajo, siempre quedan los mismos«. Hay que tener en cuenta que «The Man Who Sold The World» era su tercer disco, que fue compuesto en su casa en Haddon Hall, que obtuvo un éxito comercial tremendo. Se atribuye la autoría de música y letra a David, si bien unos pocos sabemos lo que pasó en aquél sótano en el que el cantante permaneció tumbado en un sofá, del que se levantaba únicamente para decir si lo que estaba escuchando le gustaba o no.
«Bowie por Bowie,» es un interesante libro que recopila las mejores entrevistas con el artista, sin embargo, obvia la mía; a pesar de ello, está considerada en el Olimpo de la narrativa actual, como una de las más irreverentes y sacrosantas lecciones de periodismo, llegando incluso a ser material de obligada lectura en la Universidad de Harvard.
Y antes de cerrar este episodio de mi vida, desconocido para la mayoría de ustedes, deseo dejar en el recuerdo, las palabras de despedida del Divino, me dijo: «todos aquellos amigos de la adolescencia que vestían y se inspiraban de la mera informalidad, ahora son agentes de banca y llevan trajes de mil dólares, yo seré Punky toda la vida, voy a ser alguien muy grande y eso es aterrador en cierto modo«.