El Buen Patrón, cuando eres «rico» con el dinero de otros

He sido muy fan del cine español, durante una época de mi vida me conducía por las salas hasta tres veces por semana. Entre mis favoritas: «Calabuch» (Luis García Berlanga), «El Verdugo» (Luis García Berlanga), «Viridiana» (Luis Buñuel), «Los Santos Inocentes» (Mario Camus), Vacas (Julio Medem), «El Viaje a Ninguna Parte» (Fernando Fernán Gómez), «La Colmena» (Mario Camus), «El Crimen de Cuenca» (Pilar Miró), «Amanece que no es Poco», (José Luis Cuerda), «Belle Epoque» (Fernando Trueba)… para meter en esta categoría a «El Buen Patrón» tendría que verla no menos de 100 veces, algo que no descarto en absoluto.

En España hay actores muy buenos, algunos otros, de reconocido prestigio, basan su técnica en la constante «sobre-actuación» y a veces en la reiteración de un papel que se repite «eneveces» de forma auto-imitativa (y son incapaces de salir de ese personaje que les persigue de por vida); pero no es el caso, Bardem está inconmensurable, para mi simple gusto, el mejor papel de su vida.

Por cuestiones laborales, he pasado por demasiadas empresas, he conocido el perfil de empresario «no hecho a sí mismo», «el que firma y hereda ante el notario», el rico aparente con una vida más vacía que el cero, siempre timorato del que se acerca, por desconfianza a uno mismo y hacia los demás. He tomado nota de personas muy brillantes y de simples ladrones que han basado su modelo de negocio en explotar a los más «probres» («fijate si soy <<probe>>», que me senté en una piedra y hasta la piedra se rompió»: adagio flamenco); los he visto incluso aprovecharse de la ignorancia, de la penuria y del parado, y algunos se han hecho inmensamente ricos. Cuidado, que también he tenido la suerte de conocer situaciones de gente muy meritoria, no todo es nefasto, ni todo el que gana dinero es un pirata.

Eso sí, lo tengo claro, hay que oponerse al falso paternalismo. Cuando en un trabajo se habla de «familia» hay que salir corriendo, pronto, lo más lejos posible. Recuerdo a Jefes que hablaban del curro como tu casa, como algo de tu propiedad, como si fueras a heredar; son estos antes que otros, los más peligrosos del mercado laboral, personajes que obligan necesariamente, a poner tierra de por medio a la primeras de cambio, en cuanto el viento arrecie y soplen vientos a favor de cualquier sitio.

No he llegado a entender la crítica que comprende esta película como una comedia, me parece tan trágica como un libro de Kierkegaard, a la altura de la novela épica Rusa… por momentos me resulta muy triste, pero cuidado, extrapolar una solemne actuación al común del prototipo, nos convierte un poquito en simplones que reducen su ámbito de fijación al mero «ombliguismo», porque buena gente, buena de verdad, brillante y de éxito muy merecido también existe.

Un Patrón de cierta notoriedad, ya lo comenté una vez, me advirtió que una cosa es ser Empresario, y otra muy distinta tener una Empresa. No voy a decir lo que respondí para no quedar como más estúpido de lo que soy, pero resulta bastante evidente, porque él juega al Golf y yo me suelo levantar a las 5 de la mañana. En Andalucía tenemos apelativos muy brillantes para eso: Mi Señorito, llámese también pollo, lechuguino, pisaverde o señoritingo.

Lo que sí es cierto es que el mal «amo» considera que sólo los tontos trabajan, y únicamente los imbéciles madrugan, porque él está para otras cosas. No crean, también yo tengo mis defectos, soy persona de no hacer nada y podría pasar perfectamente por rico con el dinero de otros. Háganse cargo, adóptenme, yo ya estoy criado.