Los mismos tontos de siempre, podrán quedarse con los titulares del vídeo… Que si se mete con tal político, que si la entrevista es en tal cadena, que si estos dos son de otra época, que si están gagá (que no-Lady)…
Resulta preocupante que un columnista, que no sólo periodista, como Raúl Del Pozo sienta coacción, una palabra muy fuerte: «Las Redes Sociales, probablemente lo más importante que ha surgido en los últimos años referido a la libertad de expresión, se han convertido en una covacha de psicópatas que está derrotando a la televisión, derrotando a los periódicos… la coacción está hasta en los partidos (políticos)…» Es decir no hay libertad de expresión cuando cualquier imbécil puede vilipendiarle y encuentra un montón de acólitos que sin conocimiento de causa se escudan en su ignorancia para opinar.
«Doxa» (δόξα) para los antiguos griegos (aquellos primeros Hipsters de la historia) significaba (más o menos) ‘opinión’. Fue Parménides, el que distinguió la «vía de la verdad» de la «vía de la opinión», en ambos casos podría decirse que la primera se obtiene por la experiencia, la segunda por el conocimiento. En realidad el propio Platón distinguía entre «Episteme» (conocimiento) y «DoXa» (opinión), si bien yo vengo defendiendo que para tener lo segundo hay que obtener lo primero. De esta forma por momentos, es mejor meterse por el «fistro» su inmodesta opinión.
Desde hace años vengo denunciando en el ámbito privado, que uno de nuestros males proviene del «clientelismo» de los medios de comunicación y por ende, del periodismo. Que el periodismo en sí mismo murió hace tiempo porque «la vieja radio, las antiguas tertulias, entrañaban peligro, te jugabas tu puesto», «la mayor censura es la autocensura«, «ha estallado el puritanismo, el miedo a la libertad alentado por los partidos políticos». Hay canciones de los 70 y de los 80, que hoy que no podrían publicarse, multitud de libros que no podrían escribirse, películas que serían difamadas y excluidas… El periodismo plural no existe, éramos más críticos con el poder (en una determinada época) y menos contenidos, no existe el periodismo de denuncia y de investigación en el ámbito social de lo que importa; cuentan historias de Narcos o de crímenes execrables, de timos del tocomocho, pero la política no se toca porque el poder está en que en 10 minutos de reloj lees todas las noticias (más o menos importantes), porque los periódicos casi siempre llegan tarde a la noticia, van a rebufo de la realidad del día a día. No hay reporteros, lo que nos queda es la opinión, que en palabras de Raúl Del Pozo, «es más barata, y por eso hay tanta opinión» (muchas veces sin conocimiento, añadiría yo).
«Internet ha superado en prodigio a la imprenta», su capacidad para comunicar y para expandir el conocimiento es enorme, estratosférica. El problema está en los políticos, en el periodismo, en la inoperancia de los intelectuales, en la falta de preparación, en la pasividad de la cultura (que ya no es contestataria, no hay contracultura), en la carencia de conocimientos y de experiencia. En el ámbito político es suficiente con comprobar cuáles han sido los trabajos de muchos de estas personas antes de acceder a su cargo, en la futilidad para rodearse de técnicos y duplicar los puestos a dedo, en su falta de preocupación por aquellos que producen (los pocos que compran y venden, norma básica para mover la economía) somos de «un país de tercera división».
Algunas leyendas de la mitología griega se referían a una especie de «castigos». Aquellos que cometían delitos eran condenados a cumplir con una actividad sin trascendencia, de por vida, por ejemplo, llenar una fuente sin fondo con agua. La futilidad describe algo de poco aprecio, sin importancia. La nula actividad resulta en todo momento contraproducente e infructuosa para una gran mayoría, y muy rentable, lucrativa y provechosa para una inmensa minoría. Así es, de esta forma estamos condenados a lo único que nos queda: buscar palabras con cinco vocales o bien al análisis de texto de la palabra «lapislázuli».
Pd: Actualizado 10/10/2021. Visto a posteriori de la escritura del artículo.