A lo peor si no estás no existes, piensan algunos mientras se golpean con suavidad la entrepierna y meriendan la ración diaria de Tik Tok. A la réplica constante de Klon de Clones, que se ha convertido todo término viral, habría que afanarse por no aferrarse estrictamente al término Clon, también sinónimo <<mire usted que casualidad>> de: caricato, clon, bufón, gracioso, actor, saltimbanqui, titiritero…
Más de uno, diríase por su torpeza, «anda comido de burro», los menos caminan o van en moto, nunca se sabe; la cuestión es que, si se tercia, tiene uno siempre la opción de poner su mejor foto con el peor filtro: el de no saber ocupar el lugar que te corresponde, y claro, termina uno haciendo el ridículo.
Y es que, por suerte, para beneplácito de los que miramos los toros desde la barrera, hay payasos muy lúcidos; buenos payasos y payasas, que ellas/ellos/elles pueden resultar también de armas tomar. Sobre los escombros del amor se arman de valor y arrojan tercios de cerveza, de buenas marcas de vino tinto, con sus pelos teñidos y el azúcar/miel en los labios. Y puede que detrás de la dulzura exista un poco de aspereza, un recurso-placebo que esconda una cierta forma de tristeza. Este mundo no es para los débiles, ni tampoco para los imberbes, ni los que se cortan el pelo a manazas, impávidos por el hedor de las colonias Varon Dandy.
Y si he permanecido ebrio de obscuridad durante todo este tiempo, más de un año, no es sino porque me he sentido y me siento fuera de sitio, como alguien de otro siglo que hubiera aterrizado mientas se construían las Pirámides y no comprendiera nada, como los primeros Indios que vieron llegar los barcos de Colón y no supieron ver lo que se les venía encima. No estoy dispuesto en esta nueva etapa a dejar pasar las causas que resultan primeras, tenlo en cuenta. Ya se sabe, el elogio debilita, pero por lo visto lo hace sobremanera sobre el emisor, a veces de forma terriblemente injusta.
Y por todo esto he venido a salvarme de mí mismo. He vuelto para ser un Klon de Clones, una nueva versión de un viaje que era necesario; eso sí no recomiendo huir para espantar fantasmas, sino para conocerse, para obtener la certeza de que no hay certezas, para saber menos que cuando empezaste, para desaprender algo (si es que puede uno aprender a no tropezarse con la misma piedra) y sobre todo perderse en el proceso de no creerse único, ni necesario, material intangible, y con esta gratitud comienzo: doy gracias hoy por estar aquí.