Casi desde que tengo uso de razón, la música habla a Fernando Lluva. Aún recuerdo un concierto en Melilla, a finales de los 80, cuando lo vi lo primero que pensé… «a dónde va ese tío con tanto cacharraje«. Ya lo había divisado oteando la artificial noche malagueña, junto a uno que decíamos «El Rubio», casi siempre en locales donde predominaba cierta música. Solía aparecer en la pista, como por arte de magia, tras cualquier tema de Synth Pop, bueno cualquier tema no, siempre con Depeche Mode, Soft Cell, OMD, Simple Minds, Ultravox… que no son poca cosa. No recuerdo nada de aquel primer concierto en el que participamos con nuestras respectivas bandas, seguramente no fue nada memorable.
Y a Fernando, al que aprecio muchísimo, le he dicho muchas veces que se cayó en la marmita del Synth Pop de los 80, le he manifestado en múltiples ocasiones, aquello que sólo adviertes a personas por la que sientes mucho respeto y afecto, que lleva 30 años con la misma canción. Si un amigo no puede hablarte a la cara con sinceridad y «sacarte los colores», ni es amigo, ni es nada.
Y en este preciso instante, tras escuchar Bizancio, me doy perfecta cuenta que debo dar gracias a Dios porque nunca hiciste caso. Porque has permanecido fiel a una serie de principios. Siempre envidié a aquellos que tienen cierta predisposición hacia cualquier cosa, a los que tienen una vocación, a aquellos que sienten una inclinación que los hace más aptos y consecuentes en sus gustos, se llama congruencia.
El escritor Sánchez Ferlosio, se refería a que, un asunto es la ideología, y otra muy diferente son las ideas, y advertía que aquellos que tienen ideología normalmente no tienen ideas. Pues bien, está muy claro que tú tienes muchas y buenas ideas. Tus representaciones han sido más reales que las mías, pues al mantener tus ilusiones, los pensamientos se convierten en modelos, en arquetipos, en conocimiento. Lo mío es un boceto de la realidad, una simple sospecha, mera opinión; lo suyo es permanecer por convicción en el empeño de unos ideales. Los míos, los ideales, han ido variando tanto con el tiempo que he sido incapaz de fijarme ningún credo. Son caminos diferentes, unos más cargados de razones que otros, pero el trazado es más o menos el mismo.
De esta forma, al igual que Ferlosio, has sabido encontrar en este nuevo trabajo, la estructura sintáctica, en este caso la de la música. Dicen que el inclasificable escritor hurgaba en la sintaxis merced a las extraordinarias capacidades de la Dexedrina Spansuls y del pegamento. Al igual que Ferlosio, el «enclaustramiento» (en este caso obligado por la pandemia y sin el uso de la anfetamina, hay que aclararlo) ha dado lugar a un desarrollo intelectual que expresa tus ideas de forma lógica y adecuada, sin ambigüedades, de ahí que podamos establecer el término «Lluvazo» para cada uno de los temas que conforman Bizancio.
Nietzsche decía que quien tiene carácter vive una sola experiencia que siempre se repite, vive en un tiempo consuntivo. Más o menos viene a decir, según entiendo, que hay gente con carácter, personas que no cambian nunca, frente a aquellos (entre los que me incluyo) que consumen el tiempo sin ninguna finalidad, en la eterna búsqueda. Y hay una gran diferencia, la misma que veía Hegel entre felicidad y satisfacción, entre los que disfrutan y los que consumen el tiempo. Yo soy partidario de la finalidad sin fin, qué le vamos a hacer…
A ver, que no me las quiero dar de intelectual, sólo advertir una cosa: no cambies nunca.
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