Estoy seguro que todos vivimos o hemos vivido una época de preocupaciones, a unos les preocupa el trabajo, a otros la salud, la familia, la política… sinceramente parece ésta una etapa en la que muchas cosas van peor que mal.
Pero no amigos, no todo va mal. Hay personas que están al pie del cañón velando por nuestra salud, hay mucha gente luchando para que sus negocios no se vengan abajo, hay cierto espíritu de colaboración en la calle, hay empatía y ganas de hacer las cosas bien, hay cierto espíritu solidario <<ayer estuve viendo Sabotaje de Hitchcock, en un momento dado se plantea la cuestión de que las buenas personas permanecen unidas cuando hay problemas>> y hay gente creando, y aquí me paro.
Resulta que a este «cabrón» llamado José Ojeda, le ha dado por destapar una vez más el tarro de las esencias. Hay gente a la que se le espera, a otros no se les espera nunca aunque nos lo pongan mil veces por delante; como en aquél relato de un «irreverente escritor maldito» hablo del cuento «Tú y tus mierdas, de 9 a 2, que es cuando nos vemos». Total, que va este tío y se saca de la manga Río Lucinda. Una vez más un trabajo delicioso desde la portada.
De José Ojeda se puede decir que ha conseguido un lenguaje propio y que ha sabido acompañarse en esta ocasión de enormes talentos, pero de los de verdad no de algunos que pagan las portadas.
Las canciones son exquisitas, el sonido francamente bueno, los arreglos y la interpretación de los temas simplemente magníficos. No quiero un post de absoluto elogio, ni alargarme mucho, es simplemente trasladar de forma simple que me han encantado las baterías de Antonio Sierra, los bajos increíblemente medidos y muy apropiados de Juan Ángel García, las maravillosas y sutiles guitarras, la voces de Ingla Lühring y Ana Béjar, las generosas ambientaciones y los teclados muy bien traídos de Halvor Kristiansen, y el trabajo de Manuel Olmo <<flauta y saxo>> (que no tiene nombre, o sí, pura belleza). He leído que ha grabado las baterías en el estudio «Ática» de Sergio Muela (simplemente felicidades por el sonido) y en artículo he observado agradecimientos a Israel Calvo (un guitarrista que para mi gusto es puro espíritu, un tipo que sabe lo que hace).
No me apetecen las chanzas, las alabanzas innecesarias ni el «ninguneo» que a veces hay en Málaga con las propuestas de nuestros artistas. Harto del cainismo, no puedo mostrarme cínico, no me hace falta dorar píldora alguna: sólo mostrar admiración y respeto cuando veo algo que me gusta; 51 años os contemplan y no hablo para que luego digan «que bueno lo tuyo». Tampoco todo lo que ha hecho José Ojeda últimamente me ha gustado, y si tengo ocasión se lo diré personalmente aunque no creo que deba importarle ni a él ni a nadie (¿quién soy yo?), pero eso sí, jamás lo haré público.
No estoy en este momento para dar consejos a nadie sino más bien para recibirlos, y menos a este hombre, me voy a limitar lanzar un simple deseo: que cuando lo presente en directo tenga la suerte necesaria, no mierda (la mierda es para los teatros y para los que no saben lo que dicen), suerte.
Y sé de buena tinta que la suerte se busca trabajando, y en ello estoy; vamos a meternos a todos: estamos (o deberíamos estarlo), si puede ser juntos mejor, que la cabra tira al monte y me conozco.