17 años de Independencia

Hace unos días, la modesta empresa que nos da de comer, cumplió 17 años. Si no fuera porque me avisó mi querida esposa, ni me hubiera dado cuenta. Y es que, como siempre, me pilló trabajando.

Y se acuerda uno de los comienzos, con aquél Mac Mini que tan buen resultado dio, me viene a la cabeza lo que costó la compra de licencias de software para poder trabajar sujeto a toda legalidad, las prisas por arreglar el local, rememoro a nuestro querido Asesor, Antonio, y sus buenos consejos sobre cómo hacer las cosas (recomendaciones que seguimos cumpliendo a rajatabla, pues nuestra S.L. es la empresa más legal, seria y competente de las muchas que he conocido, con mucha diferencia).

Y en cierta forma también, soy consciente de que los que habéis pasado por aquí (Jose M, Raúl, Marina), porque cada uno aportó su granito de arena; ahora sin las colaboraciones de Jose C y Paco, y el apoyo de mi esposa en los momentos difíciles, esto se hubiera tornado imposible. Y debo dar gracias a todos los clientes, muchos de los cuales, y esto me enorgullece, siguen siendo los mismos después de tantos años.

Me gusta decir que si me pagaran por horas de trabajo, me hubiera hecho inmensamente rico; y no es una cuestión para presumir porque también tenemos nuestros defectos y debilidades, casi siempre precedidos de unas ganas inmensas de hacerlo bien y como consecuencia de pensar más con el corazón que con la cabeza, algo que en los negocios tiene poco o ningún sentido.

Y no se trata aquí de un ataque de «yoyismo» sino más bien un toque de atención, una parada reconfortante para dar las gracias a los que me rodean, a los que me han apoyado durante este tiempo, a los que ya no están porque no quisieron, a los que no están porque no pudieron, a los amigos que no desaparecen, a ti Princesa (porque tienes el Cielo ganado a pulso, siempre sentada en el banco de la paciencia).

Cuando hace 17 años en casa nos propusimos no depender de terceros para salir adelante, nadie pensó que me volví loco porque ya lo estaba. Por eso termino elogiando <<de nuevo>> el perfil del vago creativo, reafirmando que la libertad tiene un precio, que las cosas se hacen no se dicen, que el milagro más grande, en este preciso momento, es poder dar las gracias todos los días, porque no se trata de lo que tienes, sino de lo que quieres, hay que tener cuidado con lo que deseas, pues hay veces que se cumple.

Por todo ello. Gracias, mil gracias.