He sido muy fan de Danza Invisible, parece que esto, entre algunos, suena ‘poco moderno’. Pero es una realidad insoslayable. Después de Música de Contrabando dejaron de interesarme. Estas cosas yo las apunto más en el debe de uno mismo que en el del artista, que está obligado a evolucionar nos guste o no ¿acaso importa? Aclaremos en todo caso que mis sensibilidades fueron por un sitio y las necesidades del grupo, por otro muy distinto. Respeto. Más que nada porque ellos tienen una carrera y yo una simple biografía. Algún día me gustaría pedir permiso para hacer una versión de alguno de mis temas favoritos, que son demasiados.
Mucho se ha hablado de la salida de Ricardo Texidó del grupo, y de la evolución de Danza Invisible y de su cantante, Javier Ojeda. A veces sientes que algunas personas, de forma interesada, se han beneficiado al proyectar una relación a lo Góngora/Quevedo. Las posibles diferencias (si las hay) son cosa de ellos, y de nadie más. A mí sólo me interesan su música y su personalidad.
Yo recuerdo a Javier en una escena pre-pandemia en la puerta del local de ensayo, y a un par de gilipollas con gafas negras como recién salidos de un concierto de los Stones, y llegar dando abrazos a todos, muy amable y simpático y me pareció entrañable; dio una lección a todos de naturalidad y saber estar frente a la pose de los ínclitos de las piedras rodantes.
También recuerdo otro momento en los 80 (que he comentado muchas veces con Ricardo), él estaba en una plaza de Torremolinos clasificando a todo el personal que iba pasando por su forma de vestir <<tipo ‘Danza’, tipo ‘Cure’>> a mí obviamente, me calificó como tipo ‘Cure’, faltaría más. Dice que soy un pesado que siempre cuento lo mismo y que no se acuerda. Y tiene razón en todo.
Creo que Javier fue muy cortés y condescendiente conmigo, cuando escribió ‘Una historia del Pop Malagueño 1960-2009‘ y por ello siempre le estaré agradecido. De igual forma, no olvidaré nunca que Ricardo vino a echarnos una mano cuando empecé a pasarlo mal con mi voz en The Cigar Box Blues Band, fue tremendamente generoso de su parte. Mi reconocimiento más sincero a los dos.
Y llegados a este punto he aquí la gran pregunta, ¿a quién quieres más a papá o a mamá?. Y esto es como hablar de Utopía y Distopía.
Si la Utopía proyecta un sistema cercano a la perfección que pretende un esquema ideal en el que las doctrinas se acoplen a un mundo en armonía plena, la Distopía lleva sus argumentos a las consecuencias más extremas, y aquí quiero llamar la atención que lo que importa no son sus efectos indeseables, sino precisamente ir a por todas con un credo y llevarlo hasta sus últimas consecuencias: llegar hasta el final y morir por tus ideas.
Javier me parece una persona muy inteligente y práctica, en un momento dado comprendió (entiendo que, junto a toda la banda) que era posible dirigirse a un público más amplio. Cuando Danza Invisible se convirtió en un grupo de masas lo hizo adaptándose a una realidad que no le era ajena, la del éxito. Lo suyo ha sido y es, una continua ceremonia de adaptación. Ricardo es un tipo más ‘poliédrico’, de los que, a primeras de cambio, sacan la espada <<como Quevedo>> y están dispuestos a llevar sus ideas hasta donde haya que hacerlo, tenga las consecuencias que tenga, y a lo mejor por eso tiene tendencia a meterse en muchos charcos. Que actúe por negación, no significa necesariamente que tenga una connotación negativa, más bien al contrario significa que es consecuente con su ideario personal, es una forma de advertirnos que vivimos en una sociedad muchas veces indeseable, es una manera de poner orden.
Javier, al igual que Góngora, no ha pretendido representar la realidad, sino transformarla con su música, mediante metáforas. Por eso sus discos son más ‘conceptuales’ en el sentido de que suelen buscar una temática.
Ricardo, es como Quevedo, un poco más filósofo. Aporta un punto de vista que desafía el análisis, la crítica, incita a cuestionarse todo con argumentos. Sus discos se basan en unos principios muy firmes.
Desde luego estoy hablando todo el tiempo en lenguaje literario y ficticio, pues estas personas no son ni Góngora ni Quevedo pero pueden representar lo mejor de ellos. Y hablemos ya para terminar, de música.
Sigo estando a años luz de ‘Danza’, y por supuesto de la música de Javier que no terminan de encajar en mi ‘ideario’; insisto eso importa muy poco, y lo considero un defecto propio, pero esto es un blog personal y me manifiesto como me da la real gana. Cuando Javier ha trabajado con Miguel Paredes me ha parecido que ha dado un toque más ‘contemporáneo’ a sus canciones y he sentido mayor afinidad con su música. Me encantaría un día colaborar con él, más que nada porque tendemos a amar las cosas una vez las conocemos mejor, seguramente me diría <<mira chaval, esto va por aquí>> y sería un estupendo aprendizaje.
Me encuentro más cercano y cómodo con la música de Ricardo. Por ejemplo, A Ritual Play puede que no esté a la última en cuanto a ‘rendimiento comercial’, pero tiene una herencia y un sello más personal. Y esto forma parte de mi debilidad por la música de autor frente a la diversidad de la mezcla, en la que muchas veces se pierde cierta identidad porque parece que se está dando vueltas una y otra vez sobre lo mismo.
El aporte de ambos dos a la música va a quedar para la historia. Y soy de los que creo que si un día volvieran a ‘juntarse’ (en ‘Danza’) podrían pasar dos cosas: o que se acabara el mundo, o bien que se escribiera una nueva página, posiblemente muy brillante, del Pop malagueño, tal vez un nuevo Siglo de Oro.
Y no puedo olvidarme de Chris, Manolo y Antonio, que suelen tener un perfil social más bajo, personalmente me encantaría saber más e ellos, de sus proyectos e inquietudes. A todos, absolutamente a todos, mando mi abrazo más sincero, y declaro mi respeto y admiración por su aportación a la música.