A propósito del libro de Xavier Guix:»El problema de ser demasiado bueno» me vienen a la mente algunas reflexiones pasadas, de rosca.
Hace algún tiempo sufrí en carne propia el linchamiento social en Facebook de gente que no me conocía, fue por unos comentarios de una persona que se sintió ofendida. Provino además de alguien que para más inri, era muy querido, pero que confundió un artículo que escribí en buena lid, elogiando su música. Muy a pesar de no saber nada de mi vida se atrevió a establecer juicios de valor totalmente erróneos sobre mí, sobre mi forma de vida, sobre mi familia y mi trabajo. Unos cuantos seguidores, como perro que toman un hueso, siguieron la estela de la descalificación, del descalabro y del insulto. Y ahí sigue by the Face.
Aquello me dolió enormemente, no por mí, lo juro, sino por el daño causado a terceros. Lo que hagan de mí o hablen (en determinado contexto), carece de importancia. Como persona de cierta edad, curtida en mil batallas, me ha tocado reinventarme en numerosas ocasiones. Debo decir, que generalmente, me he dirigido con cierto éxito (al menos en lo que tiene que ver con los objetivos perseguidos, siempre modestos y al alcance de la mano de cualquiera, no soy especial). No meo fuera de tiesto, también soy poseedor de algunos fracasos, como todo el mundo.
Toda mi vida he tratado de evitar confrontaciones y batallas, porque he aprendido que hay guerras que no puede ganar nadie. Ver la vida de esta forma me ha traído no pocas dificultades y situaciones adversas, porque lo que para unos puede ser bondad, respeto y consideración, otros interpretan debilidad y sumisión. Evitar la lucha no es siempre un acto de cobardía, es muchas veces poner en práctica un tiempo de reflexión. No se trata de dejar la vida pasar, ni de obviar toda posible afrenta, lo que importa es ponerse en lugar del otro para tratar de comprender sus motivaciones y establecer acuerdos que permitan la convivencia, teniendo siempre en cuenta que todos somos diferentes, pero que también somos iguales y estamos unidos por una tela muy fina, de alma, de esperanza y de corazón. Todos queremos lo mismo, ser felices, aunque hay personas que parecen no estar destinadas a serlo o a desearlo. No sólo se ataca para hacer daño a alguien, para vencerle, sino a veces por el mero deseo de adquirir conciencia de la propia fuerza «Humano demasiado humano» (Nietzsche). La única fuerza que debería interesarnos es la fuerza de voluntad, porque La fuerza (per se) es el derecho de las bestias (Cicerón).
Precisamente ahora me pregunto, ¿qué hay que hacer para que este mundo haga mejor a las personas? Por primera vez en mi vida, a los cincuenta y pico años, siento miedo por la amenaza de ese descubrimiento, miedo a perder algunas de mis convicciones más profundas
Desde luego en determinado contexto Xavier Guix tiene razón: «Ser muy bueno no provoca que te amen más, provoca <<a veces>> que te utilicen».