Mundo viejoven II, Blur de «Coachella»: teoría y práctica para dejar de hacer el ridículo

Yo es que soy fan de Blur, pero no de la estupidez. Y no digo que Damon Albarn sea estúpido ni mucho menos, pues no lo es, o al menos a mí no me lo parece, lo que resulta estúpido es la situación de esperar a que el público cante o baile: el público es soberano y si no interesas en un momento puntual, es tu problema no el suyo.

Yo he sentido cierta vergüenza incómoda en un concierto, y he vivido la falta de rubor de otros en un escenario, al borde del decaimiento del bochorno de estar cerca de la «guantá con la mano abierta».

Siempre aspiro a que un amigo señale mis equivocaciones, que son muchas, y anhelo  conversaciones profundas sobre lo que es o no es apropiado para un músico según su edad. Harto estoy de explicar que cualquiera que se sube a un escenario merece respeto, pero una vez expuesto a lo público hay que dejarse llevar, si no escuchan tus temas, no compran tus canciones o cantan tus estribillos es que no interesas a lo que tienes por delante, pero puedes igualmente gustar a otros. Nada de ello resta ningún mérito a lo que haces.

En un alegato de pérdida por incomparecencia frente al público, una vez conté que mi éxito <<es un cuaderno de poesía>>, además inacabado; esta factura redundante y meramente literaria es una figura que no representa a nada ni a nadie pero que ha servido a unos pocos para mover el culo de sus asientos y batear los esqueletos de chasis transeúnte.

Cada vez que alguien se queja porque no encuentra suficiente apoyo a su música siento que mis nalgas se nutren de la cagalera cutre del músico estoico, típic@ frustrad@ que se piensa por encima del bien y del mal, ególatra de estopa fina, pusilánime de ideas fijas mire usted, la música es cultura pero puede ser únicamente un «divertimento», lo uno y lo otro no son incompatibles: pero si lo que busca es la celebridad vaya haciendo hueco a todo aquello que una vez no deseó como compositor o intérprete, la notoriedad se logra además,  o bien por el esfuerzo y el mérito, o bien por la clave que voy a dar ahora: no buscar nada, no pedir nada cambio y por supuesto (por qué no decirlo) con una pizca (minoritaria) de suerte.

Lo dije una vez y quisiera insistir, la música no puede construirse únicamente desde la pachanga, téngalo en cuenta. Pero aunque uno se crea original y componga temas propios, debe saber que lo último innovador que existe se dio en la Edad Media, probablemente en la Escuela de Notre Dame; ni siquiera Rolling y Beatles fueron demasiado originales (al menos en sus inicios). Ni usted ni su música es ni han sido nunca originales pues lo que importa es el deseo profundo de hacer lo mejor que uno puede sus cosas, no ser un mero fabricante, las armas de contención son buenas cuando lo que precede está rodeado de belleza y amor por lo que haces, y entonces se construye un paisaje de tal encanto que todo parece divino, perfecto, delicado y precioso. Aunque a nadie importe.

El mundo que se construye desde la pose queda únicamente en eso, un vacío enorme, una aportación mediocre que no sacia ningún deseo que lo arruine, es la muerte del loro, el «Gatopardo» de Tancredi «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi» (Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie).

Deje usted de provocar apocamiento con su mierda de fiesta de baile y bebida y aprenda a tocar su instrumento, y si ya sabe hacerlo pruebe a evocar sentimientos aunque no pueda con ello. Tal vez entonces encuentre lo que busca, algún tipo de respuesta, aunque esté en el aire, en el viento, o en ninguna parte.