<<La fama requiere toda clase de excesos. Me refiero a la fama de verdad, a un neón que te devora, no a ese renombre sombrío de los estadistas en declive o de los reyes timoratos (1)>>. El arte, sin embargo, exige una forma pura de anonimato, por eso algunas personas, con cierta sensibilidad (no es mi caso lamentablemente), buscan la soledad y el aislamiento y tienen una vida al margen de lo común, en la que importan poco las necesidades materiales; el mundo, o la representación del mismo, es únicamente espiritual.
Hay veces que me siento como Syd Barrett, que nunca supo si “quería decir algo o quería hacer algo fuera de lo ordinario”. Ascetas y místicos, ermitaños en el desierto, visionarios que prefieren estar solos: el aislamiento deliberado no siempre cumple la norma de la separación entre lo uno y lo otro, puede que unos pocos se empeñen en predicar sus experiencias sin el más mínimo interés acerca de lo que piensen los demás (2). El ideal romántico, en el que las personas creativas se entregan a algo tan poderoso de forma que importa nada el precio que sea necesario pagar, ni asumir riesgos relativos a tener una relación social convencional, una estabilidad económica… ese ideal de inventiva, de imaginación, resulta para el que lo practica algo simple, sencillo, natural y puro, pero representa para el otro o para su contrario, una forma deshonesta de exclusión social, de bicho raro, un hikikomori musical o vagabundo que provoca el desaire, que nos aparece en el imaginario siempre con el ceño fruncido, cuando más bien su mirada es penetrante, como de ojeada de un sociópata.
Yo, desde luego, cada vez entiendo menos este mundo, y estoy con los que se bajan, de una forma u otra, de la casilla de salida de la representación social, en la que cada cual magnifica su papel como si nuestra vida fuera una gran obra de teatro en la que vamos intercambiando roles. Por eso siento admiración por los que escriben, editan discos, pintan, publican sus canciones o defienden su creatividad, sus creencias, o su criterio, sin importar recibir nada a cambio, aunque a veces se haga necesario no ser protagonista para desenvolver el ego, egocentrismo/egoísmo, que todos llevamos dentro.
Tus quince minutos de momento de gloria en Facebook son la quimera del oro. Justo el tiempo en el que un ángel pasó, dio su último suspiro; y en ese preciso instante <<momento único>>, ya no perteneces a nadie, ni sientes obligaciones, ni te preocupas de la demora por llegar tarde, porque encuentras la fórmula sobre cómo llegar a ningún sitio y a todas partes, y todo a la vez.
Mi única alforja para este viaje que hoy comienza, (siguiendo el pensamiento de TiMAINdo) es dar las gracias por ser tan imperfecto (3).
REFERENCIAS e INSPIRACIÓN:
(1) Libro: La Calle Great Jones (Don Delillo)
(2) Documental: Have You Got It Yet? The Story of Syd Barrett and Pink Floyd (2023)
(3) Filósofo de cabecera: TiMAINdo, Ensayo en Preparación (Investigaciones sobre las Flatulencias en la Membrana de un Altavoz WGS ET10)