Ya lo he comentado varias veces, que siento debilidad por aquellos que han sabido darle continuidad, equilibrio y coherencia a sus proyectos musicales (algo para lo que he demostrado en numerosas ocasiones gran incapacidad).
Y es verdad que hay quién ve demérito en llevar 30 años «componiendo las mismas canciones» (ojo al entrecomillado), yo mismo caí subyugado ante esa idea durante un tiempo, hasta que me di cuenta de que, si los Rolling Stones pueden hacerlo, ¿por qué otros no?
El regusto por el rock y las canciones de corte clásico me corroe, y siento auténtica admiración por aquellos que se mantienen impertérritos ante modas, esquemas y novedades. Desde que desaparecieron los Beatles me cuesta escuchar algo nuevo, aunque eso sí, hay música contemporánea que es maravillosa y ciertas formas de interpretación muy innovadoras. Cuando se trata de canciones (Rolling y Beatles) son como la Filosofía, terminó con Platon y Aristóteles que todo lo contienen.
Por todo ello me gusta este nuevo trabajo de Ciudadano Fo, porque se sostiene sobre la base de la autenticidad de un autor que canta sus propios temas sin sucedáneos ni poses, lo que escuchas es lo que es, a Contrapelo, a descubierto, sin el maquillaje de los momentos aparentes, con la conciencia tranquila del que duerme a pierna suelta: si lo quieres lo tomas y si no también.
Alejado de los que encuentran únicamente tetamen y músculos, si buscas legitimidad y rock genuino, este es tu disco.
Que me perdone todo el mundo, porque sé que no tiene importancia, pero mis favoritas son Cadencia Imperfecta, En Extinción y Música Olvidada.
Quedamos a la espera, como las birras, del Penúltimo Round.