Un hombre lleva 20 años trabajando en la misma estación de trenes, es el que vende los billetes. Un día llega alguien y le pide uno para una estación que no existe. Puede hacer dos cosas, vender un ticket, o bien embarcarse en el primer vagón que salga y probar suerte. Pero no puede urdir ambas cosas a la vez.
Para ser feliz, una persona tiene que tomar decisiones. Estas pueden ser, visitar lugares imaginarios, escribir relatos sobre uno mismo, componer una canción, comer tarta de manzana, mirar la lluvia por la ventana, o soñar con ser periodista (una especie en extinción). Lo que no es posible es que un objeto sea un árbol y no sea, a la vez, un árbol.
Sucede lo mismo con los discos, sobre los que hay que tomar decisiones que son como ver pasar la vida, adictivas. La adicción de Betamax pasa por el gusto por las buenas canciones, la afición por lo que pudo haber sido no existe, importa lo que es. Siempre he sido adorador de los temas que priman la musicalidad por encima del virtuosismo, hasta el punto que en mi vida comienzo a dar por sentado que mientras menos notas ponga un músico, más cerca está de la belleza; y si no que se lo digan a los Beatles, que con unos pocos acordes han escrito una de las discografías más bellas del siglo XX. Y por eso adoro el Blues, y por la misma razón, a Chet Baker. Lo cual no significa que no pueda disfrutar con una progresión de acordes a lo Charlie Parker.
Así que hablar aquí de lo Naif como cuestión superficial, queda tan lejos como el Triángulo de las Bermudas. Este nuevo trabajo, «El mundo sigue girando» es, como desear recuperar algo a la vez que no querer vivir en la realidad, y me refiero a que a veces soñar es mucho más precioso que soportar el día a día. No escucharlo es como la posibilidad de negar a alguien ser feliz. Y no se trata solo de querer algo para poseerlo, sino de mostrarlo al mundo para cederlo por puro Amor. Yo intenté una vez huir (bueno muchas veces) de mí mismo, componiendo, y lo más lejos que llegué fue a mi propio cuarto; pero si consigues dibujar notas, voces y acordes con la belleza de estos chicos es que tu vida tiene sentido, pues permite viajar al futuro y recorrer vidas pasadas, como el Vagabundo de las estrellas.
Hay gente que piensa que el destino ya está decidido, otros maldicen su suerte. Frente a ese conformismo, a los músicos nos importa tanto lo que los demás quieren que nos gusta colonizar sus mentes con estribillos, melodías y tonadillas fugaces. No debería ser legal predicar con el ejemplo porque muchas veces se termina cautivando al espectador. Y este es mi caso, por puro disfrute.
Y no sería yo mismo si no pensara en algo que echar de menos. Cada vez más, desde el punto de vista de la composición, me fijo menos en el qué (estilo de música) frente a la forma (continente y contenido). Son 4 discos en modo «happy», y están muy pero que muy bien; un músico está obligado a perseguir la evolución y toca preguntarse si estos chicos han tocado techo con su mejor LP. Para mi gusto particular, sería interesante verles apoyarse más en el modo «Garage«, aumentar de vez en cuando la ganancia de las guitarras, y profundizar en la oscuridad de las letras a las que el propio autor hace referencia en una entrevista: más que oscuridad, me refiero a un rollo más surrealista en el sentido de perversión de la realidad (a lo Tarantino). Estos comentarios deben pasar como el theremin y el farfisa, que suenan muy bien, les viene bien cierto eco, pero tienden a olvidarse pronto, no hay que abusar de ellos. Lo cierto es que, con esos ingredientes, por alusiones, tal vez no serían Betamax, sino otra cosa, y debemos respetar el principio de no contradicción. Así sea.
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