El brazo incorrupto de Fernando Savater en «El País»

El puño izquierdo en alto es un símbolo reivindicación de algo. No digamos todo el brazo. En 1986 tres amigos fueron a Moscú, uno de ellos pidió a un transeúnte que hiciera una foto, el más hábil alzó su puño izquierdo, mientras los otros dos quedamos retratados alzando el derecho: por eso el primero es profesor en la Universidad y los otros dos seguimos siendo espíritus libres, porque hay que leer más libros y entenderlos mejor. La comprensión de la fotografía no nos exime de nuestra responsabilidad, hay brazos y puños que deben permanecer incorruptos e inamovibles.

Que Savater lleva unos años cambiando de brazo, <<o de puño, según se mire>> es público y notorio, como lo es el hartazgo de los que peinamos canas y hemos vivido otras épocas de mayor libertad y sosiego, tiempos en los que los que eran señalados eran los acólitos y no los libertarios; todo aquello que olía a nafta era desechado por perenne y poco notorio, hoy en día, sin embargo, lo que cuenta es ser fácilmente identificado y clasificable.  Poco importan las ideas pues lo que interesa es la capacidad para hacer uso de ellas sin importar si pueden o no defenderse, o lo que significan. Ahora todo se reduce a, si no estás conmigo, estás contra mí, contra todo lo mío, mis ideas, mi religión y hasta mi familia.

Me cuentan, que en «El País» antes de despedir a Fernando Savater han quedado encantados con el brazo incorrupto, puño izquierdo, alzado sobre una vitrina que no es otra que la de la información veraz, la que importa a mis intereses y favorece mis facultades. Hagamos propio este limbo, es un buen momento para reflexionar sobre la seducción que implica la reflexión del disidente, y lo que se aprende escuchando, y leyendo oiga.