El discreto encanto de la babieca: lerdo y bobo frente al avispado

Kubrick, maestro de maestros, describe en una escena de «La Chaqueta Metálica» a un militar en helicóptero que va acribillando a tiros a la población civil: vietnamitas, niños y mujeres; se le pregunta cómo puede hacer eso y responde: <<apuntando mejor>>. Este tío, «Yony», era un lerdo. De igual forma un cateto, o una cateta, no deja de serlo por ir tatuado, a ver si nos enteramos. La modernidad y sus estribos no encuentra paisajes en los estercoleros de la humanidad, del sírvase usted mismo, con elogio del aislamiento.

Ahora que cuesta, medianamente, leer una entrevista inteligente de un grupo Indie no nacido en Granada, pienso que es una putada que un niño de 11 años muera por el ataque de un <<desconocido encapuchado>>, sugiero aquello de «una canción un ladrillo» de un cantante que cita a Escohotado y a Jünger.

No estoy seguro si Hegel y Marx, a los que nombra también, jugaron en algún momento en el Málaga o en su Madrid Anárquico y de Izquierdas (y que conste habla un fan del Real Madrid y de sus madrileñismos). No hay cantantes del pueblo ni existe el encanto de babieca, si acaso somos bobos, frente al surtido apático del avispado. Se dan cuentos, cada día más, los menos ilustrados, y me siento en este aislamiento fingido, «autoreparador» como un disco rayado que no termina nunca de romperse.

Y si me pierdo que sea en el discreto encanto de la ausencia de pasar inadvertido, lo más posible. Y a fe mía que a base de esfuerzo, lo estoy consiguiendo.